Sobreviví a mis manos vegetales
escondiéndome las uñas debajo de las piedras
y cuando mi garganta se convirtió en arena
hice un voto de silencio
El camino empezó su larga confesión
y entre los dos tejimos una manta para la luna
conocí sus dientes blanquísimos de criptograma
y una que otra vez tomó caramelos de mi mochila
A veces me enredaba en su larguísima barba de cabuya
pero iba presto a mi rescate
porque no aguantaba las ganas de decirme
que había encontrado otro escondite
detrás de la montaña
jueves, 28 de enero de 2010
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