martes, 5 de octubre de 2010

AL OTRO LADO DEL RÍO

“Mi compañera me llama impaciente. Con su vestido blanco
deambula entre los troncos y debo perseguirla”
Traición de Cesare Pavese


Esta mañana estoy sola. Un hombre tierno se quedó tendido en el fondo de la noche. Descubro de nuevo el sol de la ventana insomne y sentada entre las sábanas abrazo mis rodillas. Desapareció mi compañero en el bosque de chopos, riendo, y debo perseguirlo. Desato el perfume de su cuerpo escondido con la fragilidad de mis dedos. Su ausencia pesa en la sangre. Hoy mi piel no sabe sino llover. En esta orilla del río las raíces son mudas y los remos me fatigan más de lo común. En esta ribera logra verse una huella de alguien que intentó pero no supo. En este lado del río la ciudad me ha enseñado infinitos pavores: un gentío, una calle me han hecho temblar. La corriente trajo a mi compañero de vuelta un día y en su boca se anidaba la promesa de las montañas. La tarde era egoísta y él retornó con la mirada pálida llorando todo su cuerpo. La lluvia enmudeció mi corazón. ¡Cuánta vida ha pasado en estos meses! Hoy la ribera se ha vuelto tan serena y tan triste. Hoy tus ojos son una palabra vana, un grito acallado, un silencio. Y yo, que soy de tierra y de sangre como los demás, pido un rostro: el rostro de mi compañero desaparecido en el bosque de chopos, el que yace tendido en algún rincón del fondo de mi noche.

jueves, 28 de enero de 2010

EL SUEÑO DE LAS ROCAS

Entre las aristas de la tarde
resbalan las horas
ahogadas de silencio
La casa se desborda de tanta sombra húmeda
de tantos instantes como esquirlas que se clavan
en las manos
Hay un silencio que gotea en el patio
y carcome los cerrojos
Hay un eco anegado debajo de los párpados

COMUNIÓN

Sobreviví a mis manos vegetales
escondiéndome las uñas debajo de las piedras
y cuando mi garganta se convirtió en arena
hice un voto de silencio

El camino empezó su larga confesión
y entre los dos tejimos una manta para la luna
conocí sus dientes blanquísimos de criptograma
y una que otra vez tomó caramelos de mi mochila

A veces me enredaba en su larguísima barba de cabuya
pero iba presto a mi rescate
porque no aguantaba las ganas de decirme
que había encontrado otro escondite
detrás de la montaña

LOS ÁRBOLES ALARGAN LLUVIA POR TU AUSENCIA

Se posaban suavecito
los pájaros

en los guayabos

y se abría el horizonte en dos

por tu silueta.

Se escuchaban caminitos en las huellas,

y ese olor de caramelo

en tu boca se alargaba.

Cuenta la Seño que te fuiste

cansado de esperar

todas las tardes

a que las amapolas

abrieran sus capullos.

No sabías que hay cadáveres que trinan,

frutos amargos que se caen y renacen,

amapolas

que marchitan sus pétalos

adentro.

VIGÍA DEL FUERTE

Vigía del fuerte

es una luciérnaga de agua

que encalló en un manglar

con dedos enredados

El mástil de sus barcos

se enhebra en el ombligo

de las noches

lácteas de estrellas

Y en la esquina fluvial

hay un cementerio de pupilas

que en un bambuco escriben

bocanadas de cantos

de azabache

Vigía del fuerte

tiene como centinelas

a la tunda, el duende

y los ribieles

Y acuna los sueños

con el monólogo

de sus vacas insomnes

Vigía es el ojo enlagunado

donde anclé mi espera

y ahora es un ardor

en el centro de mi boca

VIACRUCIS DE LAS AGUAS

I

En las tardes donde el cuello se reduce a un nudo ciego y el pecho es solo un fardo de fibras encarnadas Tita se entrega a un sueño de tortuga hasta la noche. Su cráneo se convierte en un entramado de corrientes que trazan mapas indescifrables. Tita se despierta y con ella su memoria insomne que empieza la ardua tarea de remendar las cicatrices del día hasta cuando amanece. Su cuerpo se vuelve una mariposa de tinta atrapada entre las sábanas.

II

Sabes que somos polvo de la polvorosa densa de unos pies que corren para abandonar su rastro. Guárdate tus guijarros debajo de la lengua. Escucha la música del pájaro que huye del desierto, la música del pez que ha muerto en la ribera. Escucha cómo debajo de las hojas se celebra el frescor de los crepúsculos. Vives bogando en los raiceros húmedos que arrojan balsos al abismo como peces. Tita, boga. No enredes tu sonrisa en las raíces.

III

Tita se entretiene jugando con frutos carnosos de un extraño sabor a azúcar que se escapa. Hoy el viento no está en contra y el agua salpica refrescando los carbones en los poros. Tita soporta tan solo un pesado manto de agua dulce y los nidos arenosos del comején de agua junto a su cama. Va bogando con su canalete obedeciendo la señal de las corrientes. Tita esconde sus ojos debajo de las sábanas, no espera divisar ningún bosque de limo donde pueda echar raíces. Aún no sabe que los ojos crecen en la tierra y a pesar de todo como siempre.