martes, 5 de octubre de 2010

AL OTRO LADO DEL RÍO

“Mi compañera me llama impaciente. Con su vestido blanco
deambula entre los troncos y debo perseguirla”
Traición de Cesare Pavese


Esta mañana estoy sola. Un hombre tierno se quedó tendido en el fondo de la noche. Descubro de nuevo el sol de la ventana insomne y sentada entre las sábanas abrazo mis rodillas. Desapareció mi compañero en el bosque de chopos, riendo, y debo perseguirlo. Desato el perfume de su cuerpo escondido con la fragilidad de mis dedos. Su ausencia pesa en la sangre. Hoy mi piel no sabe sino llover. En esta orilla del río las raíces son mudas y los remos me fatigan más de lo común. En esta ribera logra verse una huella de alguien que intentó pero no supo. En este lado del río la ciudad me ha enseñado infinitos pavores: un gentío, una calle me han hecho temblar. La corriente trajo a mi compañero de vuelta un día y en su boca se anidaba la promesa de las montañas. La tarde era egoísta y él retornó con la mirada pálida llorando todo su cuerpo. La lluvia enmudeció mi corazón. ¡Cuánta vida ha pasado en estos meses! Hoy la ribera se ha vuelto tan serena y tan triste. Hoy tus ojos son una palabra vana, un grito acallado, un silencio. Y yo, que soy de tierra y de sangre como los demás, pido un rostro: el rostro de mi compañero desaparecido en el bosque de chopos, el que yace tendido en algún rincón del fondo de mi noche.